jueves, 17 de marzo de 2011

MÁS AYÁ



Así, de repente tengo miedo perderlo todo y tanto de mucho. Parece ser que estoy enganchado al dolor, abandonado y perdido en un mundo al que le falta compañía, ese en el que la soledad es mi aliada y pasa horas a mi lado, como si de mi propia sombra se tratase. Y que conste que no fui yo el que llamó a su puerta, no le dí invitación para que pasase un rato a mi lado. 
Tengo que pedir ayuda, la situación empieza a superarme y lo que eran charcos en mis ojos ahora se convierten en lagos. Lágrimas que caen y luego absorbo para luego volver a llorarlas. Una brisa recorre con cariño mi piel ya vacía, si, recuerdo esa sensación, me es familiar. 
Pero ya no la siento igual, no tiene tanta fuerza. 
Empiezo a sentir que me alejo y las voces se convierten en murmullos, los llantos en ruidos. Aquellos aparatos se vuelven locos y su sonido se vuelve largo, profundo, ya no sigue el ritmo que marcaba mis latidos. Me caigo, desesperado. 
Ya no puedo volver, ya no...

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